Ciegamente decidí que fueses parte de mi vida, quizás por ello aunque me agraden otros cultos no podré negar tu existencia ni mucho menos la labor que ejerces como intermediaria.
En lo más posible y honesto he tratado de seguir tu ejemplo sin embargo, la tarea no es nada fácil. He pensado mucho y sin ánimo de sonar blasfema ni mucho menos Igualada, egocéntrica o arribista creo sentirme virgen al menos de actitud.
Te he leído, escuchado, comprendido e imitado. Pues nada es más beato que el sacrificio, la voluntad, la aceptación compasión y vocación. Solo que en estos tiempos aunque la maldad sea la misma, la aceptación no se puede confundir con resignación.
Tal como tú, he cuidado de los que me rodean, he aprendido del perdón y comprendido la voluntad divina solo que a diferencia, mi voluntad es mayor para aceptar mi designio. He nacido para brillar, para orientar y ante todo para comunicar. Soy Orión en cuerpo de mujer y caliope en nuevas épocas. Y eso mi estimada Mary cuesta.
Cuesta saber que las grandes debemos realizar un camino solo, un camino donde el gran sacrificio es el amor. El amor de Dios y el amor propio ( lo mismo) son para uno y a beneficio de otros. Un Amor que se transforma en acciones de cariño, compasión y generosidad pero que al momento de convertirse en sentimiento se diluye.
Las grandes como nosotras no podemos tener pareja, somos demasiado benevolentes, ingenuas y egoístas. Tú quizás diste todo por tu hijo y es lo que más admiro solo que por fortuna, puedo aún elegir.
Decidí ser fiel a mí, a mi razón, mi vida, mi familia y mi trabajo y aunque siempre estoy feliz por ello, la idea de la soledad no se escapa nunca de mi cabeza.
No es resignación, es voluntad para aceptar que con la soledad evitamos cualquier distracción. Es corage para no dejar de sentir aún sabiendo que no habrá reciprocidad. Es vivir con la convicción de querer y amar sin buscar.
Entender la soledad, es un proceso mental, de fortaleza, es cuidar de uno mismo sin afectarse; es quererse en sí.
